Uno de los más significativos ejemplos de la política de comunicación del Gran Hermano de Internet (Google), fue la creación de una página corporativa para informar sobre el (¿mínimo?) impacto en consumo enérgetico de sus servicios y productos: Google Green (http://www.google.com/green/).
La página, en un estilo impecable y minimalista, es un perfecto ejemplo de cómo la comunicación, dirigida de forma inteligente y apoyada en la web, puede hacer que lo imposible se haga realidad y que lo grotesco parezca respetable.
Aparentemente, los colegas de Google están convencidos -y por ende, nos quieren convencer- de que Google no cosume casi nada, tan sólo el 1% del consumo eléctrico de todos los centros de datos del mundo, que a su vez suponen un 'modesto' 1,1% del consumo eléctrico mundial (según un estudio bastante dudoso realizado por J. Koomey, http://www.koomey.com/research.html). El 0.01% de la energía eléctrica mundial, que es aproximadamente lo que consume España entera cada trimestre, para entendernos, incluidos todos los sectores (industriales y domésticos) imaginables...
A pesar de querernos hacer creer que 2,2 millones de Kw/h no son más que 'peanuts' en términos enérgeticos, en el fondo algo debe haber que les carcome la conciencia, porque los amigos de Google se han gastado ya la friolera de 915 millones de dólares en proyectos de energías renovables (sobre todo en energía solar), lo cual es, obviamente, contradictorio.
El consumo de los centros de datos (Data Centers), conocidos vulgarmente como multi-servidores, no supone en realidad a su vez más que una parte relativamente pequeña de toda la energía que se consume por el uso de Internet a escala mundial: no es lo mismo encender un ordenador y trabajar en él que trabajar o divertirse en red con un ordenador...
El hecho de que Google comience ya a predicar abiertamente sobre cuánto le duele pagar la factura de la luz responde a una estrategia de comunicación corporativa y on-line bien orquestada, que se adelanta a posibles ataques sobre su ya imposible volumen y su desmesurado coste energético.
Al igual que sucediera con los coches, en los que la batalla se ha ganado frente al público, trasladando el problema al consumidor sobre el cosumo energético de la vida del bien y no de la producción de éste mismo (producir un coche contamina 3,7 veces más de lo que pueda el coche contimar en 300.000 kms de uso, independientemente del combustible que se utilice), Google se adelanta al hecho de que la fabricación de servidores y de su equipación tecnológica es altamente contaminante (Silicone Valley no significa precisamente jardín ecológico), proponiendo un cálculo muy sospechoso de la huella ecológica equivalente a cero.
Por si fuera poco, trasalada además su sentimiento de culpabilidad al espacio a la competencia, a la que indirectamente llama contaminante puesto que gasta el doble que ellos en energía y además, no invierte en rebajar su factura.
Vamos, en su línea de siempre: inocentes, inocentes...
J.Fabregas